viernes, 31 de octubre de 2014

Los niños llorones





El 4 de septiembre de 1985 el periódico británico "The Sun" publicó a modo de curiosidad la noticia de que una casa en Yorkshire había ardido por completo, y sólo se había salvado un objeto intacto: un cuadro que representaba un niño llorando. La sorpresa del rotativo fue que recibió numerosas cartas (dicen que centenares) de personas que habían sufrido desgracias personales y que, mire usted qué casualidad, tenían igualmente un cuadro con un niño llorando en su casa. De ahí a llegar a la conclusión que los cuadros en cuestión daban mala suerte sólo hay un paso, tanto más cuando se empezó a investigar y se descubrió que el artista que firmaba los cuadros, Giovanni Brangolin... ¡Nunca había existido! 

Y claro, las habladurías crecieron como una bola de nieve rodando cuesta abajo: que si el artista había pintado a los niños de un orfanato que luego ardió, matándolos a todos ellos, que si había hecho un pacto con el Diablo para tener éxito con sus pinturas, que si en realidad era un pederasta que abusaba de los niños antes de pintarlos y que acabado el cuadro los mataba... Y tras las habladurías llegaron las tonterías: Que tras los cuadros crecían gusanos, que servían para hacer pactos con el Diablo, que si eran puertas al Infierno... Se llegaron a hacer hogueras públicas en la que algún que otro "cuadro maldito" ardió a fuego vivo.

¿Y qué hay de cierto en todo eso?

Bueno, es cierto que Giovanni Brangolin nunca existió. Ya que el nombre era el seudónimo del pintor italiano Brunno Amadio, nacido en Venecia en 1911. Coqueteó con el fascismo de Mussolini, luchó en la segunda guerra mundial y, acabada la contienda, se instaló en España, primero en Sevilla y luego en Madrid, para tratar de vivir de su arte. Pero en la España de la posguerra sus cuadros se vendían poco y mal. Un marchante se interesó por un cuadro que había hecho de un niño llorando, y le propuso que hiciera más. Bruño aceptó, siempre que le dejara firmar con pseudónimo, ya que consideraba que era una obra de encargo, de menor calidad. Así nació Giovanni Brangolin.
Amadio pintó hasta 27 cuadros de niños llorando. Tuvieron éxito en el mercado de los cuadros baratos, y se llegaron a poner de moda en la década de los 60 y 70 entre las clases medias/bajas, pues se decía que protegían a los niños. Se cree que llegó a haber, en todo el mundo, cosa de medio millón de copias baratas en láminas de papel y cartón. Y hablamos sólo de las autorizadas... No se sabe cuántas copias ilegales se pintaron y vendieron... El lector haga números y se dará cuenta que, con tango cuadro, es fácil que a algún que otro poseedor de uno de ellos tenga mala suerte. Si luego la fama crece, ya tenemos sambenito para los cuadros y maldición al canto.


Sea como fuere, no le pidan explicaciones al autor. Bruno Amadio regresó a Italia, quizá un poco amargado que sus mayores éxitos fueran obras hechas por encargo y con pseudónimo, y murió en Padua en 1981.

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