martes, 31 de octubre de 2017

En busca del tesoro de los templarios 4: La isla templaria del Báltico


La pequeña isla de Bornholm (apenas treinta y dos kilómetros de largo por dieciséis de ancho) se encuentra al este de Dinamarca, entre la costa sur de Suecia y al norte de Polonia. Existe la teoría bastante más que sólida que su nombre procede del pueblo escandinavo de los burgundios, que dominarían la isla entre los siglos III y V. De hecho, el nombre de la isla en nórdico antiguo era Bungundarholm. En el primer texto escrito en el que aparece (en el siglo IX) lo hace como “Burgenda Land”. Tierra de burgundios, vamos. No se me extrañen tanto. ¿De dónde creen que viene la palabra “Borgoña” “Bourgogne (en francés)” “Burgundy (en ingles)”? Es que los burgundios, como muchos invasores bárbaros, eran muy viajeros hasta que encontraban un lugar a su gusto en el que acomodarse... masacrando a los habitantes originales si se ponían tontos, claro. Actualmente la isla es danesa, aunque en el pasado fue controlada por Suecia y la liga Hanseática. En la segunda guerra mundial fue ocupada por los alemanes y “liberada” (tras duros bombardeos) por los soviéticos, que la ocuparon hasta irse (bastante a regañadientes) en 1946. Es un destino turístico popular en los países bálticos. Su clima es agradable, tiene bonitos paisajes y se pueden visitar las ruinas del castillo Hammershus en el extremo noroeste, un montón de menhires de tiempos druídricos (varios centenares, de hecho) así como las cuatro curiosas iglesias ¡redondas! que hay en la isla.

Bornholm se puso en el punto de mira de los cazadores del tesoro templario cuando, en el año 2006, Erling Haagensen y Henry Lincoln publicaron su libro “La isla secreta de los templarios”, en la que afirmaban que esta isla fue el destino del barco de Gérard de Villiers, (el que zarpó del puerto de la Rochelle con quince enormes cofres llenos de riquezas ¿recuerdan?)

La relación entre daneses y templarios venía de antiguo. Ya en 1162 el arzobispo danés Eskil viajó a Francia para entrevistarse con el entonces Gran Maestre de los Templarios, Bertrand de Blanchefort. La razón oficial fue proponerle una cruzada contra los paganos de la costa oeste del mar Báltico, en los territorios que hoy son de Estonia y Letonia. Todo hay que decirlo, los templarios rechazaron la propuesta (andaban muy liados con Tierra Santa para dividir fuerzas). La Cruzada se llevaría a cabo finalmente en 1198, y los que llevaron el peso de la lucha contra los paganos bálticos en los años siguientes fueron los caballeros Teutónicos.

Aunque la misión fue un fracaso, parece que se estableció una corriente de entendimiento entre el clero danés y los templarios. Según parece por influencia de la orden (y posiblemente financiadas por estos) se construyeron esas curiosas cuatro iglesias redondas en la isla de Bornholm, un lugar aislado, de escasa importancia táctica, y de ser preciso fácil de defender. El diseño de estas cuatro iglesias es muy curioso: la disposición del coro y del ábside están directamente relacionados con una rotonda circular formando círculos concéntricos que interactúan entre sí. La bóveda de la rotonda está apoyada en una columna central única. Este diseño coincide con la capilla de la fortaleza llamada “Chatéau Pelerin”, en Ashlit, Palestina, construida por... ¿lo adivinan? Los templarios.

En 1955 se realizaron unas discretas excavaciones bajo la iglesia de Oesterlar, la más grande de las cuatro iglesias redondas. Se encontraron vestigios que parecían responder a la existencia de una cripta secreta, hasta ahora no encontrada. Los arqueólogos también creen que por lo menos en otra de las iglesias redondas, la de Olsker, también tiene un subterráneo que hace años fue cegado.

De hecho, en la isla sí se encontró un tesoro. Fue en 1985, en un prado de la isla. Consiste en más de 3.000 figuritas de oro, de apenas 3 cm de longitud, acuñadas en troqueles con gran lujo de detalles. Los arqueólogos las fechan entre los siglos V y VII,

Así que ya saben... si les apetece hacer turismo por el báltico... no dejen de visitar la isla de Bornholm. Aunque les recomiendo que disfruten del paisaje y de las playas y no se rompan demasiado los cuernos haciendo cálculos matemáticos entre las cuatro iglesias redondas, trazando figuras geométricas en el plano y buscando criptas subterráneas.

Que una cosa es la afición, y otra la obsesión.

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